Las lámparas halógenas consiguen una luz más blanca que las incandescentes (las de siempre), mediante el aumento de la temperatura del filamento de wolframio que contienen en su interior. Para poder soportar esas altas temperaturas sin fundirse, requieren de un compuesto de cuarzo que no se puede tocar con los dedos, ya que los restos de grasa corporal quedan adheridos a la superficie. Esta grasa, al calentarse, presenta diferente temperatura que el resto de la lámpara. Cuando el wolframio llega al cuarzo ya no se enfría y se rompe el ciclo regenerador. Además la huella de suciedad provoca una alteración química del cuarzo, deteriorándolo y contribuyendo a que el filamento se funda.
Texto realizado por Cecilia Mateo, estudiante de C. Sociales y Comunicación en la Universidad de Cádiz.
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